Hoy quiero hablarte de un mundo que
quizás no conozcas. En él viven muchas personas. Se parece mucho al
mundo en el que tú vives, salvo por una diferencia: En ese mundo el
sonido es diferente. Me gustaría hablarte de los hipoacúsicos, los sordos y
su lenguaje.
Hace tiempo, a aquellas
personas que presentaban elebados grados de hipoacusia o sordera, fueron, y aún
son, tachadas de "mudos". Esta asignación proviene del primer síntoma
apreciable en las pérdidas profundas: la ausencia de lenguaje oral. Según los
manuales, en el siglo XIII se estableció por fin la diferencia entre la
mudez y la sordera, marcando que aquellos que eran mudos de nacimiento
lo eran por la sordera. Aunque esta diferencia sea tan sencilla y
medieval, hoy en día aún muchas personas confundirán los términos. Una
persona muda, será aquella que no puede "hablar", no puede comunicarse, y
aunque un sordo puede encontrarse en esta situación, con las
posibilidades que existen hoy en día, un sordo no será mudo.
Puede
resultar difícil separar estos conceptos, para ello me gustaría
ilustrar esta idea llevándola a otro término: los niños salvajes.
Hablamos de niños perdidos, abandonados o desaparecidos que han sido
criados por la naturaleza, a menudo arropados por animales salvajes. En
estos niños, la estimulación del lenguaje ha sido nula, superándose el
periodo crítico y haciendo casi imposible que puedan desarrollar
capacidades lingüísticas sin que presentaran pérdida auditiva alguna.
Hay muchos ejemplos de niños ferales en el mundo, Victor de Aveyron es
un ejemplo de ello. Encontrado en 1800 en el sur del país galo con una
edad cercana a los 12 años, jamás logró reconocer estructura gramatical
alguna. Una "mudez" provocada por el aislamiento social y la nula
estimulación lingüística. Si te interesa este caso, te recomiendo la
película "El pequeño Salvaje".
No cometas el error de llamar "sordomuda" a una persona sorda, pues no es muda.
No cometas el error de llamar "sordomuda" a una persona sorda, pues no es muda.
A
raíz de esta notoria diferencia, el término "sordomudo" debía ser
sustituido por "sordo", "hipoacúsico" o "deficiente auditivo". Servirán
para designar a personas que tienen capacidad para adquirir lenguaje a
través de una educación adecuada. Sin embargo, hoy en día la mayoría de
las personas aún utilizan el término sordomudo. Me gustaría colaborar
para disipar dudas, así que permíteme explicarte algunas diferencias
entre términos.
Aprende la diferencia entre sordo e hipoacúsico, no es lo mismo.
Habrás de llamar sordo a aquella persona cuya audición no es funcional o es insuficiente para llevar una vida ordinaria con desarrollo de lenguaje oral sólo por vía auditiva. Estas personas precisarán de adaptaciones o apoyos. Podrán adquirir lenguaje a través de la vía visual, pasando a ser la visión su vía principal de comunicación. Conoces su lenguaje, la lengua de signos, de modo que un sordo "habla".
En ellos la pérdida auditiva se encuentra por encima de los 90dB. Si se diera el caso de que un sordo presente también graves deficiencias visuales, pasaría a ser considerado sordociego y de igual manera también podrá desarrollar un lenguaje, aunque el proceso será aún más arduo, ya que la vía de comunicación pasa a ser el tacto. El ejemplo más célebre entre los sordociegos recae sobre la Helen Adams Keller. Ser sordo no significa que no escuches absolutamente nada, no percibir ninguna señal auditiva se denomina cofosis. La cofosis, al igual que la amaurosis en el campo de la optometría, no es el caso general. Normalmente siempre quedará un pequeño reducto de audición, aunque comprenda áreas cocleares muy pequeñas.
El término hipoacúsico designará a toda persona cuyo sentido de la audición le resulte funcional, aunque se encuentre mermado. Esta funcionalidad puede deberse también al uso de ayudas auditivas, como por ejemplos los audífonos. Presentarán ciertas deficiencias en su audición, tales como la articulación, la estructuración del lenguaje o el léxico, esto dependerá del grado de hipoacusia. Estos niveles de pérdidas comprenderán perdidas entre 20-90dB, es por tanto un rango muy grande y dentro de él podremos encontrar niños con desarrollos muy diferentes. La hipoacusia puede también aparecer en adultos, de hecho es algo normal cuando nos hacemos mayores, pero afortunadamente, cuando se trata de presbiacusia ya nos hemos desarrollado psicológica e intelectualmente, aunque sí pueden llegar a perderse ciertas características del lenguaje como el ritmo o la articulación.
El niño hipoacúsico crece sin percibir parte de la información acústica que le rodea. A menudo esta carencia les hará sentirse inseguros y dificulta el aprendizaje de la lengua.
El desarrollo de un bebé hipoacúsico no será igual que el de un normoyente. Aunque reciba las mejores ayudas y se encuentre en un ambiente de afectividad, siempre llevará un pequeño retraso en el lenguaje en comparación con los normoyentes. Subrayo el tema de la afectividad, porque se ha demostrado la gran importancia que tiene esto en el desarrollo del pensamiento y el lenguaje en los niños. A pesar de este ligero retraso en el aprendizaje, lograrán cementar un lenguaje y pensamiento abstracto, quizás no del mismo nivel que un normoyente porque les "costará un poquito más". Es una generalización, por supuesto, ya que yendo por la calle veo a muchos normoyentes que no dan de sí ni para sumar dos y dos, a pesar de que han contado con todas las ventajas auditivas, frente a niños hipoacúsicos verdaderamente brillantes.
El
punto de vital importancia es el momento en el que aparece la pérdida
auditiva. Las más graves serán las prelocutivas, aquellas que aparecen
antes de que el niño aprenda a hablar. Tras este punto, lo más
importante será el momento en que se diagnostica la pérdida, ya que será
muy diferente el resultado según se haya podido empezar a tratar.
Afortunadamente, a todos los niños se les realiza un Screening neonatal,
una batería de pruebas que permite localizar la mayoría de estos casos,
permitiendo un diagnóstico y tratamiento precoz.
Aprende la diferencia entre sordo e hipoacúsico, no es lo mismo.
Habrás de llamar sordo a aquella persona cuya audición no es funcional o es insuficiente para llevar una vida ordinaria con desarrollo de lenguaje oral sólo por vía auditiva. Estas personas precisarán de adaptaciones o apoyos. Podrán adquirir lenguaje a través de la vía visual, pasando a ser la visión su vía principal de comunicación. Conoces su lenguaje, la lengua de signos, de modo que un sordo "habla".
En ellos la pérdida auditiva se encuentra por encima de los 90dB. Si se diera el caso de que un sordo presente también graves deficiencias visuales, pasaría a ser considerado sordociego y de igual manera también podrá desarrollar un lenguaje, aunque el proceso será aún más arduo, ya que la vía de comunicación pasa a ser el tacto. El ejemplo más célebre entre los sordociegos recae sobre la Helen Adams Keller. Ser sordo no significa que no escuches absolutamente nada, no percibir ninguna señal auditiva se denomina cofosis. La cofosis, al igual que la amaurosis en el campo de la optometría, no es el caso general. Normalmente siempre quedará un pequeño reducto de audición, aunque comprenda áreas cocleares muy pequeñas.
El término hipoacúsico designará a toda persona cuyo sentido de la audición le resulte funcional, aunque se encuentre mermado. Esta funcionalidad puede deberse también al uso de ayudas auditivas, como por ejemplos los audífonos. Presentarán ciertas deficiencias en su audición, tales como la articulación, la estructuración del lenguaje o el léxico, esto dependerá del grado de hipoacusia. Estos niveles de pérdidas comprenderán perdidas entre 20-90dB, es por tanto un rango muy grande y dentro de él podremos encontrar niños con desarrollos muy diferentes. La hipoacusia puede también aparecer en adultos, de hecho es algo normal cuando nos hacemos mayores, pero afortunadamente, cuando se trata de presbiacusia ya nos hemos desarrollado psicológica e intelectualmente, aunque sí pueden llegar a perderse ciertas características del lenguaje como el ritmo o la articulación.
El niño hipoacúsico crece sin percibir parte de la información acústica que le rodea. A menudo esta carencia les hará sentirse inseguros y dificulta el aprendizaje de la lengua.
El desarrollo de un bebé hipoacúsico no será igual que el de un normoyente. Aunque reciba las mejores ayudas y se encuentre en un ambiente de afectividad, siempre llevará un pequeño retraso en el lenguaje en comparación con los normoyentes. Subrayo el tema de la afectividad, porque se ha demostrado la gran importancia que tiene esto en el desarrollo del pensamiento y el lenguaje en los niños. A pesar de este ligero retraso en el aprendizaje, lograrán cementar un lenguaje y pensamiento abstracto, quizás no del mismo nivel que un normoyente porque les "costará un poquito más". Es una generalización, por supuesto, ya que yendo por la calle veo a muchos normoyentes que no dan de sí ni para sumar dos y dos, a pesar de que han contado con todas las ventajas auditivas, frente a niños hipoacúsicos verdaderamente brillantes.
Evaluación de las Otoemisiones Acústicas (OEA) |
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